sábado, 19 de enero de 2013

Trío Beta Cuatro amigas para un misterio






Editorial: Montena
Autor: Roberto Pavanello


En Baskerbille, una mañana cuando Sam y su amigo Tommy fueron a la escuela, se encontraron la verja cerrada con una cadena y un candado oxidado. Los alumnos estaban apiñados frente a la verja, nadie sabía lo que pasaba, alguien había gastado una broma. Esa misma mañana, el trío Beta se despertó al oír unos ruidos en el piso de abajo, allí vivía una duquesa llamada Adeline, tenía una reunión con sus amigos, eran seis viejecitos muy escandalosos.
Al día siguiente, el bromista o bromistas habían cambiado las horas de quince relojes, cada uno marcaba una hora diferente. Otro día pegaron bigotes, pelucas y narices a las veinte estatuas que había en la ciudad. Por lo que Sam y su amigo Tommy, decidieron investigar quién era el bromista que se estaba volviendo loca a la gente de Baskerville. A su vez, al padre de Sam, investigador despistado, le contrató para averiguar el caso, el presidente del comité Baskerville-Escargot.
Una mañana, la ciudad se despertó con una tromba de pájaros tropicales, no cabía duda, de que se trataba de otra broma, pues esos pájaros procedían de las pajareras del jardín botánico. Otro día bolígrafos Cip que echaban un chorrito de tinta a la cara. Cuadros que desaparecían misteriosamente.
Bob Sherlock y Sam fueron a la casa de la duquesa para hacer algunas preguntas. El trío Beta permaneció escondido, pero Bea se cayó al lavabo lleno de agua y Sam la sorprendió. Se extrañó al ver que sabía hablar y tras un pacto, el trío Beta y Sam se hicieron grandes amigas y participaron en la investigación.
Tras muchas averiguaciones, llegaron a la conclusión de que el bromista de Baskerville, no era uno sólo, sino que eran seis, se trataba de la duquesa y sus amigos, que en recuerdo de otro amigo bromista que falleció hacía un tiempo, que formaban el Club de los Siete (un círculo de bromistas. Quisieron rendir homenaje al fallecido, pues fue el verdadero inspirador.
Eran siete miembros, pues siete bromas tenían que gastar. Bob, calculó seis bromas, entonces se dio cuenta que faltaba todavía una broma, pero no pudieron impedir la séptima broma que ya estaba preparada. Se celebraba el concurso anual de pastelería en Baskerville, en el que participaban diez reposteros famosos del mundo. Los bromistas metieron petardos en las tartas y colocaron una cámara en el salón y cuando llegó el momento, la duquesa Adeline apretó el botón e hizo explotar los pasteles.
Bob, convenció al Club de los Siete a que se entregaran a la policía, pero como los daños eran pequeños, el juez solo los castigó con una buena multa.


Opinión personal: Me ha gustado.
David Ribagorda González


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